lunes, 28 de enero de 2013

EL BASTON


El bastón se llevaba en la mano izquierda, el lado donde los aristócratas portaban la espada antes de la Revolución Francesa.


Un caballero ofrece a una dama el brazo derecho porque hubo un tiempo en que en su cadera izquierda había una espada; un abrigo de hombre se abrocha a la izquierda, de forma que un duelista pueda desabotonárselo con la mano zurda, la que no está armada.

De coleccionistas se habla de que lo fue Tutankamen, pero resulta más próximo y seguro referirse a las colecciones de George Washington, Andrew Jackson, Voltaire, Napoleón, Toulouse-Lautrec, Brummel y, más cerca en espacio y tiempo, Salvador Dalí, para quien el bastón era, más que una apoyatura física, un insustituible compañero gestual. 

En el coleccionismo de bastones de época lo excepcional es encontrar uno que no está falsificado en su carey, puño, marfil y hasta caña o vara. Los mejores bastones antiguos son de malaca, una especie de junco de origen oriental.

También en caña de bambú, mucho más barata y asequible, se hicieron bastones de todo tipo, pero son las maderas de cerezo y de castaño las que hoy por hoy resultan más agradecidas. En cuanto a exotismos y sorpresas vale todo: trenzados de tripa de toro, mazos de naipes perforados por un ánima de acero y luego torneados, como si fuera madera, y los que no disimulan ni encubren su dureza de hierro o acero para cumplir una doble función. Hay bastones antiguos tallados a mano en madera de ébano negro, uno con motivos de rostros tallados y un segundo con talla de elefante sobre dos gárgolas con trenza tallada.

La Edad Media recoge esa faceta mágica y sacralizada del bastón; los recubre de oro o de plata; desarrolla el uso de los "báculos" eclesiales. Después de una crisis tendremos, en el siglo XVIII, el empleo, entre los "ilustrados", de "bastones-joyas".

Con empuñaduras orfebreras cubiertas de de piedras preciosas. Y siguiendo un camino paralelo al de las empuñaduras de las espadas.

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